
Una
de las particularidades de la cultura japonesa que más llama la
atención es que la gente se quita los zapatos —y nosotros, extranjeros,
también respetamos y adoptamos como propia—antes de entrar a cualquier
vivienda; de hecho, algo imperdonable dentro de la etiqueta japonesa es
utilizar zapatos dentro de las casas. Esta costumbre esta profundamente
arraigada en los japoneses, tanto así que toda vivienda en Japón, no
importa cuan pequeña sea o que tan occidentalizada esté, siempre ha de
tener un lugar donde quitarse los zapatos antes de entrar. Al entrar en
una casa japonesa lo primero que nos encontramos es un pequeño recibidor
llamado genkan (玄関), que representa simbólicamente la región liminar
entre el ámbito interior (uchi) y el ámbito exterior (soto); los
japoneses tienen la idea de que al llegar a una casa llevan en los
zapatos malas vibraciones del exterior y, por eso, se quitan los zapatos
que usan afuera. El genkan está un escalón por debajo del resto de la
casa y es justo ahí donde nos quitamos y guardamos los zapatos. Al subir
el peldaño que nos introduce a la casa propiamente dicha pasamos a una
estancia sagrada y por eso es menester quitarse lo que cubren los pies
para evitar traer lo sucio e impuro. Muchas casas tienen un pequeño
armario para guardar los zapatos, pero si vamos como invitados, lo
normal es que una vez hayamos subido el escalón, giremos los zapatos y
los dejemos bien puestos en el genkan, es decir, mirando hacia la
puerta, para que ya estén colocados cuando vayamos a salir y quede la
entrada ordenada. Dentro de casa es usual usar pantuflas u otro tipo de
calzado ligero salvo en las habitaciones cuyas superficies son de tatami
y en las que hay que estar descalzo o en el baño en el que se usa otra
sandalia diferente.
Pero no sólo
ocurre en los hogares, también se hace en las escuelas, en ciertos
edificios públicos, en algunos restaurantes, clínicas, hoteles,
comercios y en los recintos religiosos.
Es, desde
todo punto de vista, una saludable tradición que debería imitarse en
Occidente. Para el que está acostumbrado a descalzarse en la entrada de
la casa resulta chocante, por no decir repulsiva, la idea de llegar con
zapatos —con los mismos zapatos que hemos pisado la calle— hasta el
borde de la cama. Es una costumbre que implica respeto, cuidado e
higiene.
Miguel Ángel Fujita
Graduado en Literatura U.N.M. de San Marcos - Perú
Profesor de español en la A.I. de Toyokawa
E-mail elchasquicorreo@hotmail.com