
Japón, siglo XVI. Una remota aldea de campesinos indefensos es
repetidamente atacada y saqueada por un grupo de bandoleros. Aconsejados por el
venerable patriarca de la aldea, unos aldeanos acuden a la ciudad con el
objetivo de intentar contratar a un grupo de samurais vagabundos (los llamados "rōnin", 浪人) para que los protejan a
cambio de algo de comida y cobijo. Las dificultades iniciales de los campesinos
para reclutar voluntarios empiezan a superarse a partir del momento en el que
Kanbei, un experimentado y a su vez bondadoso samurai, se decide a ayudarles y
participar en su lucha desigual contra los bandidos. Y es así como comienza el reclutamiento de samurais dispuestos a
arriesgar su pellejo tan solo por un plato de arroz y un techo. Una muy magra
paga, por cierto. Sin embargo, ya sea por necesidad, por sentido del deber o
justicia social, poco a poco se va formando un variopinto grupo de guerreros
que acude en ayuda de los aldeanos, encabezados por el citado Kanbei.
Sobre la base de una trama
aparentemente simple, la defensa de una aldea por parte de sus habitantes y un
grupo de samurais frente a una banda de
forajidos, el director construye una colosal epopeya de gran acción, emotividad, y salpicada a su vez por momentos de humor e
ironía. Posiblemente lo más destacado es el proceso de identificación del espectador con el grupo de protagonistas que se
desarrolla a medida en que éstos profundizan, por un lado
en su amistad y, por otro lado, en su propio ejercicio de introspección que les lleva a la decisión de embarcarse en esta
arriesgada aventura por motivos que van más allá de la inexistente recompensa material, de por síínfima e irrisoria. Los
personajes de la historia tienen un carisma impresionante, sobre todo el
bufonesco Kikuchiyo -formidable Toshiro Mifune- el único de los siete que no fue educado como samurái y aunque en un principio parezca un borracho en busca de
pelea, vamos descubriendo que es uno de lo más ingeniosos y más valerosos de los siete, por no hablar que la mayor parte
de la comedia la aporta él.
Tras la cosecha, los samurais
diseñan una estrategia de defensa
del poblado y entrenan a los campesinos para que luchen contra los bandidos,
los cuales sufren algunas bajas en los primeros ataques al poblado. Los
malhechores intentan diferentes estrategias, pero no consiguen derrotar a los
campesinos, por lo que al final se lo juegan todo en un último ataque que decidirá el destino de los bandos. Es
aquí donde se desarrolla una
portentosa batalla final bajo una torrencial lluvia.
La película combina magistralmente lo particular y lo universal en
esta historia que se desarrolla en un espacio y tiempo tan específicos como el Japón legendario pero que se
proyecta hacia una reflexión más general en torno a valores de carácter universal. No
le contaré, lector, nada más, el resto se lo dejo a su curiosidad. A pesar
de lo largo metraje (¡casi
3 horas de duración!),
del blanco y negro algo borroso y su antigüedad este filme ha envejecido formidablemente;
con un ritmo que no decae ni un ápice
"Los siete samurais" goza de muy buena salud. ¿No se anima a verla?
Por: Miguel Fujita